En toda América, la población
blanca de origen europeo ocupaba los vértices superiores de la jerarquía
social, y controlaba la política y la economía, la justicia, las armas y la
religión. Vivía concentrada en los centros urbanos. En su interior, sin
embargo, resultaba heterogénea, rasgo que se acentuó a medida que, en el curso
de la era colonial, nuevas olas migratorias arribaron a las orillas americanas
desde la Península Ibérica.
El núcleo originario de españoles,
fueron encomenderos, esto es, conquistadores o sus descendientes que recibieron
del soberano un territorio definido que incluía a la población autóctona que lo
habitaba, que con el tiempo se transformaron en grandes terratenientes,
propietarios de numerosos esclavos o indios. Con el tiempo, comenzaron a
aparecer artesanos, funcionarios y profesionales, organizados en corporaciones
que definían la naturaleza de oficios, profesiones y funciones públicas.
También eran numerosos los blancos que se dedicaban al comercio y a la
actividad mercantil en general, o se hallaban empleados en otras ocupaciones
menores. Esto hacía de la sociedad blanca el compartimento más alto de aquellas
sociedades, aunque muy heterogéneo y diferenciado. En su interior y con el
tiempo, se volvió cada vez más nítida la distinción entre criollos nacidos en
América y pertenecientes a la sociedad local, y peninsulares llegados con el
uniforme de funcionarios de la Corona.
La población india estaba
separada con nitidez de la blanca. Tanto socialmente, sometida a severos
regímenes de explotación de su trabajo, como territorialmente, ya que, en su
mayoría, se hallaba relegada a los márgenes de la ciudad o a las zonas rurales.
A esta población era común referirse como la "República de Indios".
Al mismo tiempo, la población india de la Nueva España (Virreinato de México)
se mezcló más a fondo con la población blanca que las poblaciones indias del
área andina. Confinado a las propias comunidades, el grueso de la población
india conservó en su interior gran parte de las antiguas distinciones entre
nobles y plebeyos, de sus costumbres, y de la organización familiar y el uso de
las tierras comunitarias, ya en auge antes de la conquista española.
En cuanto a la población africana
que llegó a la América española a través de la trata de esclavos, tendió a
concentrarse en las áreas tropicales, donde la población india era escasa o
ausente, o donde, como en las Antillas, había sido diezmada y desapareció a
causa de las epidemias causadas por el contacto con los conquistadores. En un
primer momento, en los territorios de la Corona española, fue una alternativa a
la esclavitud de las poblaciones locales. (Los indígenas eran jurídicamente
libres, y a su protección y evangelización
estaba destinada explícitamente la conquista). El grueso de los esclavos
africanos terminó trabajando en las plantaciones, integrando las numerosas
filas del servicio doméstico, o bien sirviendo de intermediario a los
dignatarios blancos, en zonas habitadas mayoritariamente por indios. Su elevado
valor comercial y la gran resistencia física los volvieron, en muchos casos,
codiciables a los ojos de los españoles. Esto les permitió, con alguna frecuencia,
separarse del plano más bajo de la escala social.
Finalmente, por segmentadas que
fuesen aquellas sociedades, entre sus compartimentos no se erigían muros
totalmente impermeables y, tanto a través de los frecuentes nacimientos de
mestizos o de mulatos, como por el creciente ingreso de indios o esclavos
africanos en la vida social de la “república de españoles”, con el tiempo
aquellas sociedades fueron asumiendo contornos cada vez más complejos y
diversos de región en región.
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