Va los textos que quedan para la próxima semana (lunes 22 y miércoles 24 de junio)... y una imagen sobre el poder divino del rey.
La monarquía absoluta en Francia:
La expresión “absolutista” tiene una larga
tradición historiográfica y se apoya en la voluntad, explicitada en numerosas
ocasiones por los soberanos y sus ministros, de perfeccionar el aparato
gubernamental y administrativo que asegure la unidad del reino y el respeto de
la autoridad real, (…) creando o amoldando funciones e instituciones
consideradas como indispensables para la consolidación de dicha autoridad.
Mandrou, R. Francia en los siglos XVII y XVIII. Labor, 1973.
La máxima
potestad viene de Dios. El príncipe, dice San Pedro, es ministro de Dios. Los
príncipes actúan, pues, como ministros de Dios y como sus lugartenientes sobre
la tierra. Es a través de ellos que Dios ejerce su imperio. Es por ello que el
trono real no es el trono de un hombre sino el trono de Dios mismo.
Se deduce de todo esto que la persona de los
reyes es sagrada, y atentar contra ellos es un sacrilegio. Se debe obedecer al
principio de religión y de conciencia.
Bossuet, J. Política deducida de las propias palabras de la Sagrada Escritura.
En
Pensar la Historia: 2° C.B. Contexto.
Desde el año 1616, año en que asumió como
secretario de Estado, el cardenal Richelieu y sus sucesores comenzaron a
construir una maquinaria administrativa
que hiciese posible el control de toda Francia. Para esto creó el eficaz
sistema de Intendencias.
Los intendentes de Justicia, Policía y
Finanzas eran funcionarios enviados a las provincias con amplios poderes, en
principio con misiones temporales, que más adelante se transformarían en
delegados permanentes del gobierno central en toda Francia. Nombrados
directamente por la monarquía, sus cargos eran revocables y no se podían
comprar: los intendentes representaron el nuevo poder del Estado absolutista en
los rincones más alejados del reino.
Anderson, P. El Estado absolutista. Siglo XXI. Madrid, 1979.
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