miércoles, 17 de junio de 2015

La Monarquía absoluta

Va los textos que quedan para la próxima semana (lunes 22 y miércoles 24 de junio)... y una imagen sobre el poder divino del rey.

La monarquía absoluta en Francia:

La expresión “absolutista” tiene una larga tradición historiográfica y se apoya en la voluntad, explicitada en numerosas ocasiones por los soberanos y sus ministros, de perfeccionar el aparato gubernamental y administrativo que asegure la unidad del reino y el respeto de la autoridad real, (…) creando o amoldando funciones e instituciones consideradas como indispensables para la consolidación de dicha autoridad.
Mandrou, R. Francia en los siglos XVII y XVIII. Labor, 1973.

La máxima potestad viene de Dios. El príncipe, dice San Pedro, es ministro de Dios. Los príncipes actúan, pues, como ministros de Dios y como sus lugartenientes sobre la tierra. Es a través de ellos que Dios ejerce su imperio. Es por ello que el trono real no es el trono de un hombre sino el trono de Dios mismo.
Se deduce de todo esto que la persona de los reyes es sagrada, y atentar contra ellos es un sacrilegio. Se debe obedecer al principio de religión y de conciencia.
Bossuet, J. Política deducida de las propias palabras de la Sagrada Escritura.
En Pensar la Historia: 2° C.B. Contexto.

Desde el año 1616, año en que asumió como secretario de Estado, el cardenal Richelieu y sus sucesores comenzaron a construir una maquinaria administrativa  que hiciese posible el control de toda Francia. Para esto creó el eficaz sistema de Intendencias.
Los intendentes de Justicia, Policía y Finanzas eran funcionarios enviados a las provincias con amplios poderes, en principio con misiones temporales, que más adelante se transformarían en delegados permanentes del gobierno central en toda Francia. Nombrados directamente por la monarquía, sus cargos eran revocables y no se podían comprar: los intendentes representaron el nuevo poder del Estado absolutista en los rincones más alejados del reino.
Anderson, P. El Estado absolutista. Siglo XXI. Madrid, 1979.



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