Después de la crisis del siglo
XIV, los reyes de algunos países europeos fortalecieron enormemente su poder.
Contaron con el apoyo económico, social y político de la burguesía y con el
deterioro de buena parte de la nobleza.
Los contemporáneos dieron el
nombre de ABSOLUTO al poder de los reyes. Lentamente se fueron convirtiendo en
los JEFES DEL EJÉRCITO, desplazando de este rol a la nobleza. Su mayor peso en
la vida del reino les dio la posibilidad de REDACTAR LAS LEYES sobre todos los
súbditos. (Antes cada señor hacía las leyes dentro de su dominio).
JEFE DEL EJÉRCITO y LEGISLADOR
SUPREMO, el rey se transformó en la cabeza de toda administración, que en la
época abarcaba diversas funciones: cobro de impuestos, administración de
justicia y tareas puramente administración (documentación, envío de órdenes e
informes, correspondencia, etc.) Finalmente
adquirió también la potestad de supervisar la actividad de la Iglesia dentro
del reino.
Esta autoridad del rey se extendía
incluso a la vida y los bienes de sus súbditos. Bastaba una palabra suya para
que un súbdito fuera apresado, ejecutado o deportado.
Para algunos teóricos de la época,
el poder del Rey provenía de Dios, y sólo a él le debían explicaciones (a
diferencia de la Edad Media, en que los reyes solían dar informes a la nobleza
sobre el gobierno). Para Bossuet (1627-1704), no había dudas sobre este punto…
La
máxima potestad viene de Dios. El príncipe, dice San Pedro, es ministro de
Dios. Los príncipes actúan, pues, como ministros de Dios y como sus lugartenientes
sobre la tierra. Es a través de ellos que Dios ejerce su imperio. Es por ello
que el trono real no es el trono de un hombre sino el trono de Dios mismo.
Se deduce de todo esto que la persona de
los reyes es sagrada, y atentar contra ellos es un sacrilegio. Se debe obedecer
al principio de religión y de conciencia.
Luis XIV, del artista Hyacinthe Rigaud. 1701 |
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