La Ilustración europea:
La idea de progreso fue la idea dominante o característica de la Civilización
europea desde el siglo XVII hasta el XX. Consiste en la creencia en que las
condiciones de la vida humana mejoran con el paso del tiempo, en que cada generación es mejor que
sus predecesoras y contribuirá con su labor a la vida todavía mejor para las
generaciones futuras, y que a largo plazo, toda la humanidad participará del
mismo avance. Por primera vez en la historia de Europa, muchos europeos estaban
convencidos de que habían superado a los griegos y romanos, por el hecho de ser
cristianos y estos paganos, y venir después.
Fue una época de
mucha fe en las facultades naturales del entendimiento humano. La manía de la
brujería se extinguió. Los hombres no sólo dejaron de temer al diablo, sino que
también dejaron de temer a Dios. Pensaban en Dios menos como un Padre y más
como una primera causa del universo físico. Dios era el ser inconcebiblemente
inteligente, que había hecho el asombroso universo, ahora descubierto por la razón humana. El símbolo que se les
ocurrió a los hombres de visión científica fue el Relojero. Las complejidades
del universo físico se comparaban con las complejidades de un reloj, y se
aseguraba que, de igual modo que un reloj no podía existir sin un relojero, el
universo no podría existir sin un Dios que lo hubiera creado y puesto en
movimiento mediante su ley matemática. Lo que se consideraba divino era una
inteligencia omnipotente.
Las críticas al poder absoluto:
Durante el Antiguo Régimen, tanto
la monarquía como la Iglesia ejercían una fuerte censura sobre las formas de pensar. No había libertad de creencias,
no se podía criticar al gobierno ni sostener ideas diferentes de la que
imponían el rey, la religión o las costumbres. Una simple orden real podía
hacer arrestar a un individuo sin razón ni derecho a defensa. Contra estas
imposiciones escribió Voltaire
(1694-1778): proponía el derecho de pensar
libremente y la obligación de respetar el pensamiento de los demás. “No concuerdo en una palabra de lo que dices,
mas defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Montesquieu |
Montesquieu (1689-1755) también se opuso al
absolutismo monárquico. Su idea central era evitar la concentración de poderes
en el monarca. Propuso la división del
poder absoluto en tres poderes: el Legislativo,
responsable de hacer las leyes; el Ejecutivo,
que debía hacerlas cumplir; y el Judicial,
encargado de juzgar a los que trasgredieran. El propósito era dar garantías a
las personas y evitar que un mismo individuo hiciera una ley, tuviera el poder
de obligar a otros a cumplirla y además juzgara a quien no lo hiciera.
Rousseau |
Rousseau (1712-1778) consideraba que el
hombre primitivo era un “buen salvaje”,
que gozaba de libertad y de los bienes que se le ofrecían sin ambicionar nada.
La injusticia y el abuso de poder provenían de un pacto
engañoso por el cual algunos hombres habían convencido a otros de que gobernarían por su bien. Para recuperar las virtudes del estado inicial
Rousseau proponía acordar un nuevo
contrato social entre los individuos. El pueblo debía conservar su
soberanía y elegir a quienes se ocuparían del gobierno. La única forma de
representar esta interpretación, era para él la República.
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