Hacia 1808, la situación política en Europa era realmente compleja. Napoleón se había apoderado de grandes territorios, y se encontraba en franca expansión. Cerca de unos 100.000 soldados franceses se encontraban en territorio español, con la excusa de invadir Portugal y dividirlo entre las dos coronas. Sin embargo, el emperador francés utilizaba su alianza con España de manera estratégica, para luego apoderarse de ella. Los monarcas españoles se encontraban en una situación verdaderamente incómoda: Carlos IV no era respetado por su propio pueblo al igual que la reina, el ejército francés se disponían tomar las ciudades españolas, y su hijo, Fernando, presionaba al rey para que abdicase.
En un intento fallido por escaparse a América, el rey prefirió abdicar a favor de su hijo el 19 de marzo de 1808. Fernando VII debía enfrentar la difícil situación interna, además de ser reconocido como Rey por Napoleón para que retirara sus tropas. En lugar de esto, Napoleón lo invitó a Bayona, una ciudad francesa a solucionar el asunto. Era una trampa: también había sido convocado Carlos, convencido por los franceses, de reclamarle el trono a su hijo, para luego abdicar nuevamente, pero esta vez en favor de Napoleón. Fernando no tuvo más opción que renunciar (primeros días de mayo de 1808). Una vez nombrado Napoleón, entregó el trono a su hermano José Bonaparte. Este acontecimiento, conocido con el nombre de abdicaciones de Bayona, produjo una serie de cambios en España y en América, inimaginables para los contemporáneos.
En España, apenas conocidas las abdicaciones y una carta de Fernando que decía estar preso en Bayona, se organizó la defensa del territorio. Pero sin Rey ¿Quién gobierna? Según las teorías de gobierno de la época, debían organizarse juntas provinciales. El 1° de enero de 1809 las juntas provinciales se transformaron en una sola, llama-da Junta Central Suprema y Gubernativa con sede en Sevilla. Sin embargo, la situación de guerra frente a un ejército muy superior hizo que la Junta se disolviera en enero de 1810, nombrando antes un Consejo de Regencia que gobernaría en su nombre.
En el Río de la Plata la situación fue más compleja aun. En 1808, el virrey era Liniers, jefe militar de desacatada actuación y de origen francés… sí, francés. Mientras que en Montevideo el gobernador era Elío, nombrado por el virrey en 1807. Estos dos personajes no se llevaban nada bien, y su enfrentamiento personal provocó la formación de la primera junta en estos territorios, la Junta de Montevideo, formada el 21 de setiembre en defensa del gobernador Elío. El conflicto fue solucionado por la Junta de Sevilla que envió a Cisneros a ocupar el puesto de virrey.
El segundo gran movimiento “juntista” fue el de Mayo de 1810 en Buenos Aires. Los primeros días de mayo de 1810 llegaron noticias de España: se hablaba que la metrópoli estaba prácticamente conquistada por los franceses, que la Junta Central se había disuelto y se había formado un Consejo de Regencia. ¿Si Francia domina todo el territorio, que pasa con nosotros? Muchos criollos creyeron que era la ocasión de tomar decisiones por ellos mismos. Era el momento de hacer sus reclamos de un nuevo gobierno o, quizás, de deshacerse de España.
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